viernes, 12 de noviembre de 2010

Mamá, papá, ¡bienvenidos a Maastricht!

Hace ya más de una semana que se fueron mamá y papá, pero su presencia en mi habitación es todavía palpable.
Botas nuevas, bolso nuevo, abrigo nuevo... y, por supuesto, bandejas de jamón serrano envasado al vacío. El mejor regalo que le puede hacer una madre a una hija de Erasmus.
La visita ha sido, como mínimo, interesante. En la semana que han estado he conocido más de Holanda y de Maastricht que en los dos meses que llevo aquí. 
El primer viaje tenía como destino Amsterdam, pero decidimos pasar primero por La Haya (Den Haag en holandés. Atrévete a encontrar la ciudad sin saber el nombre original).

Galería comercial

El resultado fue que, lo que es en Amsterdam, estuve dos horas. Y de esas dos horas, más de una fue dentro del coche, intentando encontrar primero la estación de tren y después el hotel de mis padres. Pero no estuvo mal. Amsterdam de noche merece la pena, incluso si la ves a la carrera para no perder el tren de vuelta.
Después estuvimos en Colonia (o Köln en alemán...). Muy bonita, con una catedral impresionante y muchas tiendas. Lástima de la hora de coche para entrar en la ciudad, y la otra hora a la vuelta, para encontrar el camino de regreso.

Catedral de Colonia

Hoensbroek, un pueblecito cercano a Maastricht, fue el destino de nuestra última excursión. Fuimos a ver una exposición de castillos de arena y descubrimos un impresionante castillo de los de verdad. Lo mejor, sin duda, los juegos medievales a la salida. Ver a mi padre emocionado tirando herraduras a un palo no tiene precio.

Castillos de arena en Hoensbroek

Castillo de Hoensbroek

La verdad es que el viaje les ha cundido. Y eso que todos los días se han ido a tomar la penúltima a las siete y media, y a la cama a las ocho. Menos el último día, cuando trasnochamos para ir a cenar boquerones, patatas bravas y calamares fritos a un bar "español" a eso de las nueve. 
Pero si tuviera que elegir una sola cosa, lo más impresionante de la visita fue, sin lugar a dudas, presenciar como el uso del español funciona cuando tratas con holandeses. O al menos, esa es la impresión que se ha llevado mi padre. Así que, para los que piensan venir a  los Países Bajos, quede claro que "un poquito de pan" o "una talla más" son frases perfectamente adecuadas para hacerse entender. No obstante, siempre viene bien tener una hija que hable inglés. Sólo por si acaso.